Nunca he empezado hablando de un libro describiendo su exterior, pero siempre hay una primera vez y, a pesar de ese dicho de “nunca juzgues un libro por su portada”, este cómic bien lo merece. Y es que me llevé una grata sorpresa cuando lo recibí. Además de una portada chulísima, tiene el lomo y una pequeña parte del frontal y de la trasera de piel (o imitación, no lo sé) y también la típica cinta de tela cosida al libro para servir de punto de lectura. Un lujazo de edición, que se confirma con la calidad del papel y la pulcritud de un dibujo elegante y teñido de un cromatismo austero (blanco, negro y un ocre dorado) que nos ayuda a situarnos temporalmente para recordarnos lo antigua que es esta leyenda. Por otra parte, si he querido leer este cómic ha sido por tres motivos. Sí, admito sin vergüenza...
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