El 6 de mayo de 1937, el dirigible Hinderburg explotó, en mitad de la maniobra de aterrizaje, ante centenares de espectadores: familiares que esperaban la llegada de sus seres queridos y curiosos que querían ver de cerca aquel prodigio de la ingeniería. En medio minuto, pasó de ser un hotel de lujo flotante a un amasijo de hierros calcinados sobre el campo de New Jersey, y todo quedó grabado, convirtiéndose en el primer accidente retransmitido por televisión. La conmoción mundial fue de tal magnitud que aquel episodio supuso el fin de los dirigibles. Nunca más volvieron a alzar el vuelo. Han pasado ochenta años desde la tragedia y aún se desconoce qué originó el fuego. Durante la comisión de investigación, los expertos en aviación alemanes y estadounidenses solo trataron de autoexculparse. Evaluaron los aspectos técnicos y cuantificaron las pérdidas económicas, pero nadie se interesó por quiénes eran los treinta y...
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