Todos sabemos que King escribe como los ángeles. Puede que en las narraciones largas suela cagarla en los finales. Sí, es un hecho innegable. Lo ha venido haciendo de un tiempo a esta parte y es un miedo que hemos cogido aquellos a los que nos gusta leerle. Pero el desarrollo y la forma que tiene de contar la historia es magistral, poderosa, envolvente y engatusadora. Ya puede meter en medio de la trama cómo se fabrica la mantequilla de cacahuete en una vieja factoría de Maine o cómo al protagonista le hacen una mamada mientras conduce su gastada furgoneta. Da igual. Te lo mete tan sin darte cuenta, porque sabe cómo hacerlo, que tú, encantado, devoras todo, lo disfrutas, estás a su merced y ni siquiera recuerdas a santo de qué venía esa historia del cacahuete. Ya hacía tiempo que no leía al bueno de Stephen. Pero es que,...
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